Puede parecer la Prehistoria de esta profesión, pero realmente no hace tanto tiempo. En la actualidad, cuando una editorial nos envía sus archivos en un simple PDF, la impresión digital de libros hace posible un resultado óptimo en un plazo de tiempo corto y desde un ejemplar que además podrá distribuirse en cualquier lugar del mundo. Pero no siempre fue así, la impresión de libros fue hasta hace poco un proceso artesanal lleno de acciones que hoy nos resultan muy curiosas.
Aunque los tiempos hayan cambiado, creemos importante recordar aquellos tiempos pasados de la impresión de libros para saber de dónde venimos, en los que la impresión digital de libros bajo demanda era una odisea futurista.
Quedaron atrás aquellos grandes grupos de trabajo que tenían que coordinarse para, uno a uno, introducir todos los tipos de las páginas a imprimir. Eran las mismas que previamente el escritor entregaba en folios mecanografiados en una primera versión que después se sometía a numerosas correcciones. Todo aquello había que volver a picarlo para componer las planchas de tipos de plomo de un estándar determinado.
Los talleres de impresión de la actualidad no tienen mucho que ver con los que hubo hasta los años 70-80 del siglo pasado con procesos tradicionales. Había que ir letra por letra, página a página, plancha a plancha, prensa a prensa, con algún golpe de martillo incluido, cortar los pliegos uno a uno, coserlos y repetir en muchas ocasiones.
Testimonios de la vetusta impresión de libros
No han quedado muchos vídeos de aquel proceso, sin embargo, sí que encontramos estas curiosas imágenes de un impresor de libros estadounidenses de los años 1940. Solo hay que fijarse en el gran número de personas que se involucran en el proceso, en la paciencia que requería y en que por su volumen debía ser una gran factoría de impresión de libros para los tiempos que corrían.
Fue aquella época previa a los inyectores de tinta, donde un fallo humano condicionaba toda la cadena. No había metadatos, ni correos electrónicos, ni software de maquetación, ni wetransfer, ni ftp, ni tablets ni webs y el color brillaba por su ausencia. Pero frente a estas imprentas de libros industrializadas, no podemos olvidar la existencia de artesanos familiares o incluso individuales que también eran capaces de sacar libros, cuadernos, folletos publicitarios y más material de impresión con mucho esmero.
Por ello y aunque te parezca lo más normal del mundo, cuando ahora decimos que la impresión digital hace posible imprimir un libro de forma directa desde el archivo creado en un ordenador y que puede estar disponible en 72 o 96 horas, con la posibilidad de reimpresiones, a los más antiguos de la impresión de libros les parece magia. Sí, los tiempos se han reducido, pero la impresión digital de libros hace posible la impresión 1:1, ya no hay que emplear todo ese tiempo en la creación de la plancha de una página, incluso introduce un notable cambio a la impresión offset que requiere grandes tiradas para que sea rentable.
Herederos de aquellos primeros impresores
Pero viendo estas imágenes del pasado, nos damos cuenta de que los impresores de hoy, aunque nos dediquemos a la impresión digital, somos herederos directos de un grupo de personas que emplearon sus vidas en sacar un producto de la máxima calidad que difundiera la cultura en la sociedad. Aquellos artesanos del libro eran héroes que trabajaban en los talleres día y noche para que el producto editorial pudiera estar disponible en librerías de todo el mundo.
Aunque en la actualidad los tiempos de entrega se hayan acortado, así como las distancias, no hay que olvidar que los que nos dedicamos a este oficio asumimos el compromiso de difundir las letras en cada librería, en cada biblioteca, en cada escuela o en cada puesto de una feria del libro. Nos toca hacer según los nuevos tiempos, a otros ritmos, por otros canales, entendiendo que el mundo se ha globalizado, pero siguen siendo páginas impresas, siguen siendo historias y emociones con un mensaje en cada libro que sale por la puerta de la imprenta digital.
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