El nombre de Gutenberg es parte de la historia de la industria editorial. De su mente y de su trabajo nació el invento que permite que miles de personas puedan tener en casa el ejemplar que desean sin tener que esperar años y años mientras se redacta una copia a mano. Hablamos, por supuesto, de la imprenta. Un artilugio que permitió la producción de libros a gran escala y que, con el paso de los años, se ha ido perfeccionando. Pero, ¿conoces toda la historia detrás de aquel genio alemán?
Muchos son los puntos de su historia personal que no han llegado a nosotros pero que sin duda hacen de su vida algo todavía más curioso. Porque la vida de Gutenberg estuvo ligada a la imprenta, para bien o para mal. Si bien este invento permitió que su nombre quedase registrado en las páginas de la historia, también marcó algunos de los episodios más tristes de su vida.
Nacido como Gensfleisch.
La historia podría haber hecho conocido a otro nombre. No, no estamos hablando de otro inventor que tuviera la misma idea. Nos referimos al hecho de que Gutenberg naciera como Johannes Gensfleisch (apellido que en alemán suena parecido a “carne de ganso”). No es de extrañar que su propio padre decidiera alterar este título, haciendo que finalmente conociéramos al inventor de la imprenta por el nombre y apellidos que todos conocemos.
Abuelo de madera.
Ninguna idea es original al 100%. Toda creación se inspira en algo previo y la imprenta de Gutenberg no fue una excepción. Si bien el alemán aportó a la historia un método rápido para producir libros, este trabajo se basaba en la técnica de la xilografía. Un método que empleaba modelos de madera entintados para plasmar sobre el papel escritos o determinados dibujos.
Vino y letras.
Para poder llevar a cabo su idea, Gutenberg tuvo que tirar de ingenio. De hecho su imprenta es una variación de una prensa de uvas utilizada para poder extraer el jugo necesario para hacer vino. Mecanismo que fue adaptado y perfeccionado hasta conseguir el artilugio que todos conocemos hoy en día.
Superado por sus expectativas.
Si bien la idea de Gutenberg era buena y aceleraba los tiempos, no lo hicieron tanto como él hubiera querido. Su idea de terminar 150 biblias se vio superada por las deudas, problema que en un principio solventó haciendo que el prestamista que le había fiado dinero entrase en su negocio. Pero años después, las deudas volvieron a aparecer y en esta ocasión no hubo tanta suerte. El negocio pasó a Johannes Fust, quien le había concedido el crédito inicial, y el inventor quedó arruinado hasta el final de sus días.
El lado amable del problema.
La Peste Negra fue una de las epidemias que más estragos causaron en la Edad Media. Personas de todos los estamentos murieron por culpa de esta enfermedad, incluidos los monjes copistas encargados de sacar adelante nuevos ejemplares de los libros. Algo que solucionó la llegada de la imprenta, que asumió la labor de estos religiosos.
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